Este 25 de enero, el neerlandés se presentará en el Movistar Arena de Bogotá. Quienes han seguido su carrera desde el inicio de este siglo recordaron la primera vez que lo vieron en vivo y cómo, a lo largo del tiempo, su amor por el artista se ha transformado, al igual que su sonido. Su trayectoria incluye colaboraciones con Karol G y Nelly Furtado.

El 10 de mayo de 2003, más de 25.000 personas se congregaron en el estadio Gelredome, en la ciudad de Arnhem, Países Bajos, para presenciar el concierto de Tiësto. Fue la primera vez en la historia que un DJ llenaba un estadio con un espectáculo a su nombre.

Un año después de haber hecho historia en el país que lo vio crecer como hombre y artista, Tiësto viajó a Atenas, Grecia, para formar parte de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Esta fue también la primera vez que un DJ ocupaba un escenario de esa magnitud. Más de una década después, el famoso museo de cera Madame Tussauds le hizo una estatua para honrar el impacto de su carrera en la cultura. Desde entonces el neerlandés ha sido recordado como el “rey de las primeras veces”.

Dicen que las primeras veces son todo un arte: tienen belleza, miedo, magia, misticismo y capturan la esencia de lo que significa estar vivos. Pero, sobre todo, son momentos que jamás se olvidan. Así como los libros de historia han registrado los hitos de Tiësto, hay otros eventos que, aunque puedan parecer menores, se mantienen en los recuerdos de sus fanáticos, porque para ellos también significaron una “primera vez”.

La noche del 4 de diciembre de 2009 Tiësto llegó a Bogotá para ofrecer su segunda presentación en Colombia. Ese viernes, en el parque Jaime Duque, se celebró la fiesta “Electrónica por la paz”, donde el neerlandés aprovechó para presentar su álbum Kaleidoscope, que se lanzó dos meses antes. Entre el público estaba Julián Arismendy, quien tiene grabado en su memoria cada detalle de ese día, que había esperado desde que en 2001 recibió como regalo de cumpleaños In My Memory, el primer álbum de estudio del artista que le había recomendado su tío.

Cuando se enteró de que el artista regresaría a Colombia, Arismendy, como la persona impaciente que dijo ser, compró su boleta con varios meses de antelación. Su deseo era estar en la mejor ubicación, así que no tuvo más remedio que pedir un adelanto de su salario. Pagó cerca de $250.000.

El día del evento acudió de nuevo a su jefe y le pidió permiso para salir temprano. Aunque el concierto era por la noche, quería ser de los primeros en entrar. Al mediodía ya estaba abordando un bus con destino al Jaime Duque. No había almorzado y tenía otros compromisos, pero todo eso pasó a un segundo plano. A partir de las 2 de la tarde su único interés era ingresar al parque.

Boleta del concierto de Tiësto en Bogotá en 2009.
Boleta del concierto de Tiësto en Bogotá en 2009.
Foto: Camilo Medina

En esa misma fila, que rodeaba el parque, también esperaba Cristina Calderón, otra seguidora del productor desde principios de siglo. Ella, al igual que Arismendy, formaba parte de ese grupo que en 2004 se quedó con las ganas de escuchar el debut de Tiësto en Colombia. Algunos no tenían el dinero, y otros, como Cristina, no eran mayores de edad. Pero cinco años después, con su cédula en mano, no dudó en conseguir el dinero para la boleta.

iajó desde Cajicá hasta Unicentro, donde estaba la única oficina de Tuboleta. Ese día se le fue en la búsqueda, ya que no conocía Bogotá, pero lo importante fue que logró su objetivo. Fue al concierto acompañada por su hermana, menor de edad. Llegaron una hora antes de que comenzara el evento y se encontraron con un caos total: una fila larga, un terreno lleno de tierra y barro, producto de algunos arreglos en la zona, y la ansiedad por asegurarse de que su hermana pudiera entrar, pues estaba prohibido el ingreso de menores de 18 años.

Abrieron las puertas, Julián entró, corrió y logró ubicarse en el frente. Lo único que lo separaba de Tiësto era una valla de seguridad. Cristina y su hermana también tuvieron suerte, la menor entró con la cédula que le prestó otra de sus hermanas. La logística no se percató del cambiazo.

Dentro del parque todos parecían uniformados. Los asistentes vestían de blanco, pues ese día la celebración y el llamado a la paz se vivieron a través de los beats, el baile y la moda.

Tras un largo suspiró, y con los ojos llorosos, Julián recordó cuando vio por primera vez a Tiësto: “Todo estaba oscuro, hasta que comenzó a sonar Kaleidoscope, la primera canción del álbum y la que daba nombre al tour. Las luces se encendieron y él apareció. No lo podía creer, comencé a llorar, me tapé la cara y agradecí”.

Cristina tampoco olvida cuando empezó a sonar la primera canción, y mientras su cuerpo danzaba, su mente agradecía por estar ahí, escuchando al productor que conoció gracias a la música clásica. Que no era un género que escuchara por convicción, sino porque una profesora en el colegio se las hacía escuchar, y en una de esas conoció Adagio for Strings, un cover que Tiësto hizo de la obra musical compuesta por Samuel Barber en 1936.

Desde entonces, han tenido la oportunidad de escuchar al disjockey de 56 años en otros escenarios, y concuerdan en que siempre se sentirá como en aquel 2009, aunque su sonido no sea el mismo.

En cualquier rincón del mundo puede que haya alguien esperando a Tiësto. En Colombia, por ejemplo, niños de 13 años y adultos de 50 están atentos a su llegada al Movistar Arena —su primera vez en este escenario—. Cada uno pertenece al club de fans, que, fundado en 2011, decidió seguir cada momento de su carrera. Desde Andrés Bustos, líder del club, hasta los más jóvenes, afirman que sea cual sea la decisión que tome respecto a su proyecto y sonido, se esforzarán en recordarle que siempre lo acompañarán, porque su música ha crecido con ellos. Ha sido su compañera en el camino, en los días felices, en los tristes y en las primeras veces.

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